Es 14
de enero y estamos en la casa de don Nepo (de nuevo recordemos que
todos los nombres en este blog son seudónimos para ocultar la
identidad de amigas, amigos y personas que podrían sentirse
vulneradas por lo que cuente aquí, o por mis opiniones, pero quien
quiera que se revele su identidad, me lo puede comentar). Es un
hombre sencillo que, pese a ser el último hablante vivo de su lengua
materna y ser reconocido por ello, consigue sobrellevar el karma de
la estigmatización primero, persecusión, y finalmente exotización.
Vine acompañando a un grupo de investigadores locales, relacionados
con la Casa de la Cultura de San Vicente del Caguán. Para mí, este
es precisamente el atractivo que este viaje tiene. El fenómeno
social que hay que documentar aquí realmente no es el la
sobrevivencia del último hablante de una lengua de origen
precolombino, sino la emergencia de grupos de investigadores y
artistas en las regiones que hace pocas décadas han sido de
colonización, y que si bien lo siguen siendo, lograron generar el
arraigo suficiente para que las últimas generaciones se dediquen a
construir referentes identitarios con los elementos que la historia
ha dejado en sus manos.
Ciro
me presentó un trabajo hace unos meses en el que me describía una
danza desconocida para mí hasta ese momento: el yariseño. Me
remontaba a una historia local de otra parte de Colombia ya en ese
momento antigua, a los años 60 y 70 del siglo XX, y me introducía
en la historia cultural de la colonización caqueteña. Nada que ver
con Colonización, coca y guerrilla de Alfredo Molano. Lo que
se mostraba ante mí era una perspectiva de la historia que ya no era
la de la confrontación entre la modernidad y lo indígena, sino la
visión de los hijos de los colonos, quienes no se identifican de
ninguna manera con las maneras en que la colonización fue llevada a
cabo. A veces, descubren con horror los detalles del proceso que los
ha configurado como identidades nuevas en nuestro país. No siempre
esto es solo una toma de conciencia, sino que en este momento es un
sistema de heridas abiertas sin sanar, sobre las cuales, sin embargo,
se puede vivir y gozar, incluso con la libertad desbordada de la que
hablé en una entrada anterior. Por ejemplo, en el transporte hasta
aquí, Cintia me contaba que en una investigación sobre memoria
reciente en San Vicente, han tratado de preguntar a la gente sobre el
período de despeje para las negociaciones entre el gobierno de
Andrés Pastrana y la guerrilla de las FARC, pero nadie quiere hablar
al respecto, pues quienes fueron influyentes en la época de la
guerrilla, así como quienes apoyaron la incursión posterior de las
autodefensas, con las consecuentes desapariciones, que nunca han sido
contadas, son personas que aún siguen siendo influyentes en el
municipio. Es decir, la vida de quien sea que rebele algo de cómo
fue esa época podría resultar en peligro,
En
este momento, estamos en reunión con don Nepo. Acabamos de ver el
breve documental que hizo la Casa de la Cultura de San Vicente del
Caguán y Ciro le pidió a don Nepo su opinión. Él no comenta nada.
Cuando Ciro insiste en preguntar, -¿Qué le parece? ¿Le gustó?. Él
responde: -Sí señor. Eugenia, su hija, dice que no sabe. Al parecer
no le parece bien dar su opinión sin el consentimiento de su abuelo.
Es
difícil realmente sacarle una opinión sobre el montaje. Ciro
propone mirar ahora el documental El último tinigua, de Yves
Billon y N. Sauvoy. Mientras lo miramos, él y Joselín le preguntan
cosas sobre lo que va apareciendo en el documental. Especialmente,
los personajes que van apareciendo llaman su atención, y la de don
Gustavo, su amigo de hace 40 años, quien nos trajo en su canoa, de
diez metros de largo, hecha de un tronco de madera ahuecada.
Excelentemente estable. Con un motor Yamaha de 40 caballos, los más
comunes por aquí. La sonrisa de don Gustavo, así como la de mi
amigo Ciro, tienen algo del brillo que enciende la cara de los niños
cuando se sorprenden. Don Gustavo tendrá unos 60 a 65 años (quizás
más?). Don Nepo, según las cuentas tiene cerca de 90 años, y Ciro,
34.
En el
video aparecían imágenes de familiares y amigos de don Nepo. Ciro y
Lucas iban deteniendo el video y preguntando a don Nepo por ellos. A
veces, él contaba algún detalle sobre su hermano, su padre o sus
amigos. Lo más común era que se pusiera a hablar con don Gustavo
sobre sus conocidos y amigos comunes. Repasaban con Ciro los lugares
donde él había vivido, pues en la danza que el año pasado
prepararon y de la cual le mostraron el video, se representaban los
lugares donde él y su familia habían vivido en una vida huyendo las
persecuciones de las violencias, comenzando por la persecución de
que los indígenas fueron objeto en los llanos orientales a lo largo
del siglo pasado, luego la violencia partidista, la del actual
conflicto político armado, que le ha tocado de tan cerca, como que
contó que los cráteres que se formaron en un potrero a unos 500
metros de su casa, por el camino por el que pasamos para llegar a su
casa, desde el caño más cercano, fueron producto de un bombardeo
hace un par de meses. Entre los vecinos de don Nepo actores del
conflicto armado y cocales de otras personas, se confunden, así como
la intervención que, desde esta perspectiva parece errática,
peligrosamente sujeta de graves errores. Recuerdo que contaba dos
cosas: la primera, que estuvo sordo varios días luego del bombardeo,
y la segunda, que el cultivo de coca no es negocio. De sus vecinos
cultivadores, dice que cultivan esa hoja y siempre andan sin un peso.
-En cambio yo tengo 20.000 pesos y no tengo necesidad de cultivar, ni
meterme en problemas.
Hace
un rato, don Nepo, finalmente se cansó de hablar sobre su vida y
pidió que pusiéramos una película. La tecnología hoy permite
llevar equipos livianos con los que el grupo de investigadores
caqueteños puede moverse fácil, incluyendo un computador con
películas que compartir en las últimas horas de la noche. Pusieron
la única que había en el computador de Wilton: El Rey de Persia.
Don Nepo y su nieta Valeria aguantaron una hora. Cuatro del resto de
visita nos quedamos hasta que acabó y nos acostamos cerca de la
medianoche.
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