[Casa Marcela, Villa Lugano, Buenos Aires, 9 de
octubre de 2017: 8:45 a.m.]
Una amiga viene
insistiéndome hace tiempo en la importancia de aprender a recibir. Así pues, en
Buenos Aires estoy teniendo una oportunidad importante para lograrlo.
Desde que
llegué, he venido siendo sujeto de relaciones de intercambio diferido dignas de
ser citadas por Marcel Mauss, ese reconocido estudioso, antropólogo, de los
regalos, presentes, ofrendas, trueques y otras formas de “negocio” que se
mueven entre la generosidad y el interés.
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Marcel Mauss (sociologiac.net) |
Recién
desempacadito del avión, en el Aeroparque Newbery, con la vista del Rio de la
Plata en frente, la primera donante fue una joven tucumana de nombre a la
cubana (se llama como la hija de Fidel). Como en otras ocasiones, pretendió que
quien era del lugar era yo, preguntándome si por allí pasaba el autobús número 33. Ocasión para enterarme yo mismo que ese era el autobús que yo debía tomar.
Pero una vez ya subidos en el número 33 en cuestión, a punto de volver a
bajarme, dándome cuenta que hace años que ya no se puede pagar en el propio
autobús, sino que debe ser con una tarjeta de SUBE, ella me detuvo: –No.
Espera. No te bajés. Yo te marco. En serio… Sin vergüenza, pero agradecido,
subí, insistiendo en pagarle el pasaje. –Pero si no pasa nada, tú acabas de
llegar, es como la bienvenida… Mientras, la conversación se iba hacia su
trabajo como artista en el sector de San Telmo, hace paisajes, expone y vende
en esa calle (Defensa) que se abarrota de turistas buscando un lugar donde ver
bailar tango, antigüedades, romper el aburrimiento del turista dándose codazos
con otros turistas… Pensé en ofrecerle un regalo, algo colombiano, había traído
media libra de café (uno bueno, pero no de la Federación), galletas de café y
caramelos de miel, todo pequeño, pero mientras los buscaba en la maleta, me dio
pereza. Es sólo una vez, me dije…
La conversación dio para intercambiar correos
electrónicos y continuar charlando después. Lamentablemente, no hubo segundo
encuentro. Dos días después salió para Tucumán y no alcanzamos a encontrarnos
para tomar un café, invitarla a algo, corresponder…
Calle defensa, un domingo (commons wikipedia) |
[10 de octubre, 10 a.m.] El de Alina sería un caso aislado si no hubiera
necesitado al día siguiente transporte para retornar desde la calle Santafé con
9 de julio hasta el hostal, que está a una cuadra de calle San Juan, por donde esta
cruza a San Telmo. Había caminado por la mañana para recordar las calles y
familiarizarme de nuevo con ellas. Llevaba más de cinco años sin venir, y había
sido otra estancia aún más corta que esta. Son 45 minutos a paso de
contrarreloj los que quería ahorrarme. Entonces, en la parada del colectivo (como
se llama a los autobuses), pedí a la primera persona que vi ilustración sobre
las rutas, que me marcara con su tarjeta y yo le pagaría el pasaje. La chica,
en esta ocasión menos joven que el día anterior, me dijo –No te preocupées. Si
no es naada… Llegó el autobús, subimos, marcó y no me quiso recibir nada. Así
que poco después le regalaba yo los caramelitos de miel y le echaba un cuento
de cómo se hacen.
La tercera
víctima fue un hombre, y la cuarta también. Había pensado que a lo mejor se
trataba de mi atractivo natural pues, como no me he afeitado desde que llegué y
aquí ese look está de moda, y sin
peinar… ¡mejor aún! Pero el hombre al que pedí que me marcara la tarjeta y yo
le pagaba, para ir al coloquio a la segunda mañana de mi estancia en la ciudad
dijo algó inaudible terminado en chée y tampoco me quiso recibir dinero. Y el
que me marcó para ir del centro hasta la casa de Marcela, mi anfitriona de
couchsurfing, tampoco me quiso cobrar, y ni recuerdo lo que dijo.
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Grupo "A las Tres", en concierto. Ariadna (izq.), Marcela y Sole (der.) |
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Imagen del pre-metro (dossiertransporte.com.ar) |
Pero estoy olvidando otro episodio, también me quedé sin saldo en la tarjeta… Para llegar a la cita con David –casi mi familia aquí- en un teatro por Palermo, otro porteño me volvió a gastar. A este sí le dije –¡Es que no me dejan pagar!... Tampoco me hizo caso (¿o quizás recibió un billete de cinco y otro de dos y los guardo en silencio en su bolsillo? Lo he olvidado ya, recuerdos se confunden). Y después de las cervezas y la comida con David (esto sí lo invité yo, ¡algo es algo!), él tuvo que marcarme la tarjeta en el colectivo, pues la mía seguía sin recargar (marca al amigo y baja, como se hace a veces aquí). Pero estas dos transacciones son difíciles de calificar, pues David ahora es porteño-colombiano (¿lo es? ¿Será porteño-ñero? ¿quilmeñero? ¿De la estirpe de los neoñeros iniciada por su hermano mayor hace años en México?).
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Barrio Papa Francisco, en construcción, frente al Jumbo de Escalada |
Para coronar: al
día siguiente, luego de andar la playa de Quilmes, en busca de un negocio con
wi-fi para poderme comunicar con David, en el único negocio que parecía
tenerlo, el hombre de la barra, no me entendió que no llevo señal de datos y
necesito wi-fi, pensó que no tenía tarjeta de crédito y estaba sin dinero.
Había yo preguntado precios y mi cara reflejaba alguna contrariedad (pues lo
más barato: el jugo de naranja, me pareció caro, 80 pesos, unos 15.000 pesos
colombianos). Entonces lo resolvió fácil –El jugo te lo invito yooo… si no es naaada…
Hay que sumarlo al vaso de sidra casi lleno que me regalaron en un bar donde
cené el sábado, algo perdido en Quilmes Oeste, buscando wi-fi, y terminé
bailando con cuatro señoras con sus canas pintadas de amarillo y rojo y el
marido de una de ellas.
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Ribera del Rio de la Plata en Quilmes. A la derecha (a lo lejos) el club de pesca Pejerrey. |
Con saldo en
contra, si contamos la infinita generosidad de Marcela, que me ha dado posada,
comida, planes culturales y sociales, información, y me ha presentado a
cantidad de gente interesante, creo que mi aporte aquí va siendo risible (la
noche que tuve que pagar hotel –regateando como pude- en Quilmes: 450 pesos, en
los hostales el promedio diario es 200 pesos en habitación compartida con seis).
Antes de anoche intenté corresponder un poco y la situación fue propicia: tras
el concierto de Marcela, con su grupo “A las Tres” y el solista Gastón Massenzio,
cuatro músicxs hambrientos y dos amigas fueron mis primeras receptoras de algo: chorizo picante, queso pategras y pan
con chicharrón, que eran mis tesoros del día, desaparecieron en cuestión de
minutos… aaa!
Y ayer cociné algo para Marcela: patacones, marranitas (adaptadas
a productos locales: pategras y dulce de batata) y ensalada de mis hallazgos en
Liniers (el mercado popular más interesante que he visto por aquí, con muchos
bolivianos, peruanos y chilenos: chuño del altiplano, huesito chileno, cancha
peruana, restaurante boliviano…). Le eché radicheta, alfalfa, ajos triturados
(bien secos, que pueden comerse como pasabocas), y las más conocidas cebolla
roja, tomate, más queso pategras, ciruelas pasas y nueces pecanas. El balance
de la medida de generosidad, sigue a favor de los porteños.
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Sesión fotográfica de "A las Tres" después del concierto. |
La cuenta que
haría Rusell Bernard, para mis amigxs antropólogxs fieles al registro pormenorizado
de la vida social, que aporte a la administración (estilo colonial?), sería más
o menos esta (¡gracias Marcela!):
Item
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Entradas
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Donante
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Salidas
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Seis viajes en
autobús
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39 AR$
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La generosidad
porteña
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Una bolsita de
caramelos de maní
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Javier –
detalle viajero
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3.000 COP
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Una cajita de
galletas de café
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Javier –
detalle viajero
|
7.000 COP
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250 gramos de
café
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Javier –
detalle viajero
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5.000 COP
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Tres noches de
hospedaje gratuito en habitación individual
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1350 AR$
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La generosidad
porteña + couchsurfing Marcela
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Tres desayunos
y una cena
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250 AR$
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La generosidad
porteña + couchsurfing Marcela
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Un jugo de
naranja
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80 AR$
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La generosidad
porteña
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Cena
improvisada de pategras, pan de chicharrón y chorizo
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Javier –
detalle viajero
|
150 AR$
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Cena de
raviolis y pizza con David
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Javier –
detalle viajero
|
250 AR$
|
|
Un vaso de
sidra
|
80 AR$
|
La generosidad
porteña
|
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Ensalada,
marranitas, patacones, yuca frita
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Javier –
detalle viajero
|
Invaluable
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Tres CDs: Patuá,
Amalgama y Mar Adentro, de Marcela Viciano
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Invaluable
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La generosidad
porteña + couchsurfing Marcela
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El almuerzo de hoy -la despedida- será preparado entre los dos. La cuenta de lo que me he atrevido a avaluar, va 1799 AR$ - 475 AR$. La generosidad porteña, al parecer, me triplica al momento de esta etapa del viaje. Pero contando lo invaluable...
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