lunes, 25 de septiembre de 2017

Primeras claridades para un semestre sabático


[Nido Colibrí, vereda La Floresta, Villamaría, Caldas, agosto 3 de 2017: 9 a.m.]

Para comenzar, es importante organizarse los días de una manera práctica y ascética que asegure alcanzar a hacer las cosas que uno se viene trazando, y a lo que se obliga uno mismo con la universidad. Como estas cosas son muchas, los primeros días deben dedicarse a ordenarse por dentro y sacar en claro el orden cronológico y de prioridades. Así como el horario diario.

Un elemento de este horario que me atrae pero me da miedo es la inclusión dentro del tiempo de escritura diario, de un momento para la escritura de una bitácora pública que se publique a través del blog de Viajes de Javier Loza. Ciertamente, en este tipo de publicación se hace notar un poco el narcicismo, la vanidad que uno lleva dentro, aunque se trate de una vanidad académica o literaria, nada pura en todo caso. Los temores me vienen del peligro de convertirse el blog en las ramas que se apoderan de los caminos y lo vuelven selva, monte, donde no entra nadie
Km 44, camino El Encanto - La Chorrera, depto. Amazonas.

También de la inseguridad ineludible que nos persigue toda la vida. Todos tememos no ser lo suficientemente buenos como nos lo hemos propuesto, o como en alguna ocasión nos han dicho o convencido, poniéndonos en la “obligación” de no bajar el listón. En particular, me refiero a que pese a cierta fama provinciana, que he atesorado durante dos o tres décadas, de intelectual comprometido a veces artista, con frecuencia aparece el fantasma de si soy bueno realmente, de si equivoqué algún camino en algún punto, o si lo que tengo para decir sí es un aporte para alguien y no es un error que pocos incautos persisten en seguir.


El primer temor puede ser afrontado con un límite temporal rígido, que podría ser de 30 minutos a una hora, según el nivel de avance de las otras tareas y el cumplimiento del horario al comienzo de la mañana. El segundo temor no tiene solución, salvo la de lidiar con la inseguridad, ponerle un dique, como hacen los actores con el pánico previo a las presentaciones, que puede transformarse en energía actoral y presencia escénica . Es decir, disimular. En esto soy ya bastante bueno. Y llevo años convenciéndome a mí mismo de que no sólo soy un buen profesor, sino que llevo a cuestas la alta responsabilidad de serlo, lo cual a veces, me ubica en discursos que contrarían las formas más habituales y magistrales de docencia. Como esto me podría hacer disidente, fronterizo o marginal en las instituciones educativas (como la universidad donde trabajo), para no reincidir en la inseguridad que esto genera, debo repetirme mantras con frecuencia o asegurarme algún género de espiritualidad o fe, que me sostenga en mi lugar. Ocasionalmente, las satisfacciones que se derivan de esta manera de vivir la educación son también un refuerzo importante. Por eso, es deseable intentar acompañar los procesos que lo hacen sentir a uno consecuente consigo mismo hasta que se puedan ver algunos frutos, logros cualitativos o experiencias gratificantes.

Danza Butoh en La Torre de El Cable, Manizales, febrero 2016.
Como sé que hay gente que se forma conmigo (o eso creen que hacen), depositan en la imagen que tienen de mí el valor de ser formadora de sus voluntades, de ayudar en algo a construir sus identidades, es que escribo esto, para que pueda ayudar en sus procesos, hacerlos sentir acompañados, como me he sentido yo acompañado por muchos otros que acumularon su experiencia antes que yo estuviera y la compartieron con otros y conmigo. Esto -que haya gente que confía en mí de esta manera- es muy importante, y soy consciente de ello, aunque es claro que -como todos- en mi personalidad hay elementos oscuros también, que no son para todo el mundo, los cuales -como mi inseguridad-, requieren de diques. Esta consciencia -con sus bemoles- es la que me mantiene en el rol de profesor, y me anima a considerarme facilitador, animador, asesor pedagógico, artista, formador y gestor de voluntades y de identidades (esto podría implicar alguna vez ser gestor de comunidades, pero también suena ambicioso y presuntuoso).

Entiendo que otras personas podrían sentir que aprenden algo al leer esto, o encontrarán correspondencias con sus propias experiencias. Esto también es valioso para mí y espero que muchas conexiones insospechadas, ideas creativas, caminos renovados, surjan de esto que comparto, con todas sus limitaciones de lo escrito, de las ausencias en mi propio proceso, de mañas que a veces son para bien y a veces para mal.

Cuentos en caminata nocturna, vacaciones campesinas en Nido Colibrí, julio 2017
Sobre la vanidad, recuerdo que alguna vez pretendí diferenciar una perspectiva “egocentrada ” de una actitud egocéntrica. La escritura en primera persona, en ciencias sociales, se ha ido constituyendo casi en una exigencia no solo para los diarios etnográficos, sino también para documentos académicos en los que la persona del antropólogo se plantea como parte de un sistema complejo diverso y autoreferenciado, a través de este actor y por medio del texto antropológico, que es pensado no solo como documento para estudiosos y doctos, sino como parte de una estrategia de transformación de la realidad. En esta medida, la “actitud ideal” expresada en esta primera persona, es una mezcla de honestidad y compromiso, una suerte de modesta vanidad, por la cual pasa no una historia individual sino más bien un ejemplo no ejemplar, que participa de una experiencia colectiva.

Con este tipo de razones me lanzo a este período sabático y, nuevamente a la aventura de ser leído en este blog de viajes, aunque de nuevo, no serán viajes por la geografía exterior a este cuerpo en media vida, sino un poco también por esta geología de mi propia humanidad que cada vez descubro más parecida con la de otros compañeros y otras compañeras de aventuras.

Compañeras y compañeros de aventuras, Nido Colibrí, asamblea anual, julio 2016.

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