viernes, 4 de agosto de 2023

Hacia una definición profunda de Trabajo

T = F.d debería aclararse como F.d(t) pensé hace mucho tiempo, cuando me estaba cambiando de carrera. Es decir, ejecutar una acción a lo largo de un espacio, durante un tiempo. Años después me pareció incompleta esa reflexión, falta el significado de esa acción, en función de lo cual están tanto la fuerza como el espacio. Expresar algo como T = F(M,t).E(N,t) donde E es espacio tridimensional y M y N son matrices de significado, resultaría una necedad. Los lenguajes tienen sus límites. Sin embargo, me entretienen estos juegos que facilitan la comunicación con profesiones más dependientes de las matemáticas, más tecnológicas.

Obelisco memorial de luchas por la paz, en La India, Santander, Colombia (de la entrada de blog T, 2017)

Trabajo no es empleo remunerado, cómo quise explicar en otra entrada de este blog hace años, es "Transformación consciente". La coincidencia en la letra inicial es feliz, pues este juego de inventar ecuaciones sociales tiene muchas interpretaciones. Sin embargo, voy sintiendo desafortunado inventar ecuaciones en que cada letra se refiere a un objeto complejo y multidimensional. Una notación poética pienso que sería más adecuada. Como en "A mis obligaciones" el poema de Pablo Neruda, en que resulta claro que lo concreto o lo preciso del trabajo se puede expresar mejor como "llenar de pan las tinieblas, fundar otra vez la esperanza", pero también "el polvo, la lluvia cruel de la estación", donde se puede "manifestar la primavera"

Marcha de trabajadores de Buenos Aires el 13 de julio de 2023

Diría entonces que cualquier descripción suficientemente detallada de un trabajador ejecutando la acción que lo define como tal, dada la trascendencia del transformar la materia, la energía o las relaciones por parte de un ser vivo cualquiera, de manera deliberada, consciente y significativa, resultará poética aunque no lo pretenda. Para mí las acciones que vinculo en este relato lo son, así como también varias situaciones, escenas, descubrimientos, documentos, audiovisuales que encajan uno con otro de manera extraña.

Escena o situación uno: Buscando alguna fábrica recuperada de las que anoté en una lectura descuidada del libro de Alberto Ivern Hacer lo posible -"Solo en la Capital Federal, en el 2004 ya existían más de veinte empresas recuperadas" (2007: p. 22)-, encontré viable caminar desde el apartamento que tomamos en alquiler, en Villa Pueyrredón (cerca de Agronomía UBA), hasta un rincón del sector de Chacarita, en el que se ubica Grissinopoli - Cooperativa La Nueva Esperanza. 

Delante de la fábrica de grissines

Es una fábrica de grissines, es decir, lo que en Colombia llamaríamos "palitos de pan duros", una especie de amasijo industrial cuya textura está entre la galleta de soda y el calado bogotano, pero de aspecto más distinguido y, a juzgar por la etimología, el nombre italiano, también podría señalarse incluso con un toque aristocrático. Sin embargo, se trata de panadería del pueblo, que todo el mundo compra, y es accesible a cualquier bolsillo, más si se compra en la propia fábrica una caja de tres kilogramos, como hice yo, luego de ir trotando; escapado del grupo familiar de viaje, en el frío invernal de Buenos Aires; con esa sensación de manos quemadas por el frío, pero recalentadas con el ejercicio, hasta estabilizar la temperatura corporal; alegre y triunfal de haber recorrido unos siete kilómetros en 45 minutos, errático, sin datos móviles en el celular; con actitud de fugaz investigador social en que la indagación al tendero de un café y a una señora que estaba aseando la puerta de su casa por la ubicación del lugar adquirió tinte de trabajo de campo; y luego de notar que, mis anfitriones estaban realmente ocupados y sin notificación previa no estaban disponibles para atenderme, más que para la simple venta del producto (temprano en la mañana se despachan los pedidos mayores y es la hora de mayor ocupación en la mayoría de negocios de distribución de comida). Es decir, los grissines estaban ya para mí, cargados de calle, de frío y de mañana, pues el amanecer invernal es tarde y había apenas ocurrido cuando salí a trotar a las 7:30 a.m.

Café donde fui orientado

Martina (nombre cambiado temporalmente), me apuntó en un papelito su correo electrónico, pues le dije que quería enviarle la foto desde mi casa, cuando estuviéramos comiendo el producto de su trabajo y de sus luchas, nosotros que también trabajamos duramente y luchamos por cambiar el mundo desde nuestro lugar, en una vereda de los Andes colombianos, con nuestra trayectorias e identidades familiares, étnicas heredadas, que son también una lucha por reclamar el valor en la historia que puede asegurar unas condiciones de vida mejores para nuestra gente. Me emociona la perspectiva de decir y sentir que somos la misma gente, trabajando por algo que podríamos entender como lo mismo, pero que no siempre es tan fácil, por estar enredados cada uno en sus afanes cotidianos, sus urgencias del momento, que luego serán olvidadas. No pude soltarle toda esta parrafada, pero me entendió. Mientras tanto, Juan (nombre cambiado temporalmente), un poco mayor que ella, se quedó afuera y charlamos dulcemente un momento, me explicó que el documental que les habían hecho y del que Martina me había apuntado el nombre en un papelito fue allí mismo y que los estudiantes de la UBA habían ido y se habían quedado con ellos en la fábrica, resistiendo, porque los podían sacar de ahí... Me río hoy de mi mismo, en ese momento, pues siento que estuve delante de unas estrellas, no en ningún sentido metafórico, sino real, aunque sean desconocidas en mi entorno y en mi país. Su brillo en medios audiovisuales ha sido para un entorno pequeño, de barrio y de la ciudad de Buenos Aires, especialmente. Ignoro hasta que lugar del mundo ha visto alguien anónimo, a quien nunca conoceré, alguna de las producciones que se realizaron sobre la experiencia de esta cooperativa producto de una experiencia de fábrica recuperada. El papelito que me escribió Martina solo tenía el nombre de la propia Cooperativa La Nueva Esperanza - Grissinopoli, es decir, que podría haberlo buscado antes de ir, pero no se me ocurrió. Solo en los primeros minutos del documental largometraje de Darío Doria, o del video más corto, publicado por Ojo Obrero, ya aparece mi anfitriona explicando el proceso para las cámaras, o bien, registrada su intervención -de liderazgo y representación- en cantidad de encuentros y reuniones. Dante salía menos, pero me pareció verle también, sin canas aún, junto a cantidad de personas que intervenían con su opinión, su postura, o que explicaban partes del proceso de la elaboración de grissines... Memorable la intervención de una joven, hija de una trabajadora de la fábrica, declarando su orgullo de ser hija de una trabajadora y luchadora que estaba ocupando una fábrica y cómo lo había explicado a sus compañeros en el colegio, al mismo tiempo proponiendo acciones concretas para apoyar, desde su lugar, la lucha de su mamá y de toda la empresa, que para ese momento estaba ya gestionada de manera colectiva, con dificultades, pero alegres de haber hecho su primera producción autónoma.
Comiendo grissines en el Nido Colibrí, vereda la Floresta, Villamaría, Caldas, Colombia

He tomado ya las fotos de los integrantes del Nido Colibrí comiendo los grissines, y los ofrecí también en el primer ensayo de la Coral Santa María, la semana pasada, apenas llegando a Manizales. Compartí grissines también durante el viaje, en la escala que hicimos en Encarnación (frontera argentino-paraguaya) a una anfitriona de Airbnb quien nos cuidó y consintió. Incluso una integrante de la agrupación coral llevó grissines a su trabajo para compartir con sus compañerxs y me envió fotos también. No son una comida cualquiera, va cargada de calle, frío, mañana, trabajo, lucha colectiva. Comerlos fue un acto ritual muy profundo, cuyo sentido es hacer comprender el significado del trabajo, en un sentido que va más allá del simple empleo. Dialogo en ello con Alberto Ivern, a quien no conozco aún, y no sé si un día conoceré, y con Pablo Neruda, cuyo poema expresa  también esta idea.

Con los grissines en la Coral Santa María

Más allá del trabajo remunerado, trabajar implica una dimensión de generosidad, que nace del adentro de uno mismo, de alguien que lo ha comprendido. Dice el compañero trabajador, sintiente y pensante, Pablo Neruda: trabajo es  

"Limpiar mi campana, mi corazón, mis herramientas" 

"Dar rocío para todos".

Así pues, compañerxs, ¡a trabajar!


 

Poco antes de terminar la caja en el Nido Colibrí



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